07 Jan
07Jan

Luego de una  conversación con otros terapeutas, quisiera abordar el tema de nuestro lugar de labores y comienzo diciendo que nuestra sala de terapias debe ser un PUENTE  que conecte al paciente con lo espiritual y de esa manera ayude a su sanación.

Para ello además de explicar lo que siempre hago en los cursos de Reiki,  traté de tomar palabras “prestadas” de un texto de DANIEL MEUROIS- GIVAUDAN (Así curaban ellos), y me pareció legitimo extraer una parte de su texto para analizar cómo eran los CENTROS DE TERAPIA  de la antigüedad. Luego de esta lectura, me parece que sería interesante que me comenten si están de acuerdo o que debemos reformular.

Y dice Textualmente:

“A lo largo de mis numerosas investigaciones en lo que hoy se ha dado en llamar la “biblioteca akáshica”, he tenido ocasión de entrar en contacto a menudo con Centros de terapias. Tanto en el Egipto del faraón Akhenatón como en la Palestina de las comunidades esenias, siempre me ha sorprendido constatar que esos Centros estaban lejos de ser simples hospitales o dispensarios.

 Todo terapeuta maestro de su arte sabía también que tenía que subir lo más alto posible a lo largo de esa escalera para identificar el o los orígenes de una enfermedad para poder neutralizarla. 

Ya que al ser humano se le percibían como un árbol con raíces ante todo celestes, no podía permitirse tocar su equilibrio en cualquier situación o en cualquier lugar. Por eso la mayoría de los Centros de cuidados eran también templos. 

Todo se ordenaba entorno a la dimensión sagrada del ser. Por otro lado, no era raro que se les diera el nombre de Casas de Vida y que estuvieran estrechamente ligados a lugares de iniciación, es decir, que fueran lugares de pasaje, en todos los sentidos del término. Por tanto, no se podía llegar a ser terapeuta sin previamente ser sacerdote, o, dicho de otro modo, sin haber consagrado el tiempo suficiente a una auténtica reflexión metafísica.

 Por tanto, contrariamente a las apariencias, se enseñaba que nada se oponía a nada. La muerte no suponía la derrota de la vida y la enfermedad traducía simplemente una falta de diálogo armonioso entre el alma y el cuerpo. Partiendo de estas certezas, las distintas Escuelas de terapeutas siempre han procurado operar en un entorno que tuviera en cuenta el carácter eminentemente sagrado del Océano de Vida en el que estamos inmersos... y que nos atraviesa en cada instante. ¿Qué hospital o qué consultorio puede decir honestamente que es un lugar sagrado? ¿Cuántos médicos o profesionales médicos tienen la sensación de ir a trabajar cada mañana, con felicidad, a un lugar en el que se respira la esperanza de la curación?

Sin duda muy pocos. Por tanto, mi objetivo será simplemente tomar del pasado lo mejor que este tiene que enseñarnos: su visión luminosa de Lo que somos y su búsqueda de un entorno donde la belleza y la dulzura jueguen también su papel sanador.” 

Convengamos que no es verdad que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero si nos proponemos no olvidar cual es la labor de los terapeutas, (Tanto de medicina complementaria como de medicina tradicional)  y le sumamos los óptimos avances de la ciencia, se logran resultados maravillosos. 

A manera de Cierre de esta nota, me gustaría incluir el siguiente párrafo: “Sí, atrevámonos con la expresión, creemos un santuario. Un santuario que no estará vinculado con ningún dogma, el santuario donde todo sea posible, un espacio de suave luz y de libertad. Ya que es así como debe ser todo lugar que pretenda contribuir a la restauración de la armonía entre el cuerpo y el alma. Por tanto, nuestra sala de terapia se concebirá como un lugar en el que nos sentiremos profundamente en nuestra casa por supuesto, pero también suficientemente neutro como para estar en armonía con los matices del corazón de todos los que penetrarán en ella. Comprenderéis sin dificultad que todo esto concierne tanto al terapeuta como a aquel al que se dirigen los cuidados. Un verdadero santuario sugiere un espacio fuera del tiempo, un paréntesis que permite un diálogo íntimo, tanto horizontal como vertical. El ser humano es llamado a comunicarse con la Divinidad no solo de manera receptiva sino también emisora.

Cuanto más transmita la simple belleza de un santuario la imagen de un puente, más fácilmente podrán el terapeuta y el enfermo desplazarse por las orillas de sus respectivas dimensiones propias. Recordemos que lo bello no solo es un placer para el ojo sino que es, primeramente y ante todo, una caricia para el alma, un elixir que la hace abrirse dulcemente...” Es cierto, en esta época de Pandemia por el COVID 19, talvez perdemos la visión, se nos nubla “el catalejo”.

 Nuestra mirada es confusa. Pero igualmente  debemos mantener vigente la esencia de la sanación. Por lo menos me parece importante intentarlo. Eso creo.

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